Teresa Tecla Merlo: “Un puente para llegar a Dios”

Una estampita de la Reina de los Apóstoles, que me mostró una compañera de la Acción Católica, me intrigó. La había obtenido como regalo de una religiosa Paulina de mi ciudad, Cagliari. Al salir antes de lo acostumbrado del liceo al que asistía fui a la librería Paulinas, en la vitrina se exponía un libro titulado ¿Si me hiciera religiosa? Me atrajo el título, pero aún más el ver a las religiosas en la librería. Así comenzó el descubrimiento de mi vocación. Era el 29 de abril de 1968. El 18 de septiembre de ese mismo año, entré en Alba como aspirante. ¡Quién lo hubiera pensado, apenas lo podía creer, yo en el convento! Me fascinó el apostolado, la historia de esta nueva congregación, la vida de don Alberione y el descubrimiento de Hna. Tecla. La foto que la retrataba de joven y una de sus frases: «Les deseo a todas y cada una gran santidad. Todo nuestro interés sea hacernos santas. ¿Qué queremos, qué deseamos, nosotras que hemos dejado todo (si es así…) que no sea Dios, las almas, el Paraíso?». Estas palabras entraron en mi corazón y hoy, después de 53 años de ese momento, todavía me acompañan.

En el tiempo de la formación, en Alba del 1968 al 1974, año en que hice la primera profesión, pude conocer, profundizar el carisma de las Hijas de San Pablo y descubrir el don de la Familia Paulina. La primera Maestra Tecla había fallecido cuatro años antes de mi ingreso en congregación, el Primer Maestro estaba en Roma y solo pude encontrarlo para su funeral el 1971. Fascinada por ambos, me sentía guiada, atraída por Tecla. Había leído su biografía Tecla Merlo. Una vida al servicio del Evangelio, escrita por la Hna. Olga Ambrosi, y la sentía profundamente cerca. En Roma, durante el juniorado, estudiaba en la Pontificia Universidad Gregoriana, Magister en Ciencias Religiosas, pedí al profesor Giacomo Martina sj si podía hacer la tesis con él sobre la Primera Maestra Tecla. Aceptó con gusto y preparé la tesis desarrollando el tema La figura de Hna. Tecla Merlo, confundadora de las Hijas de San Pablo. Fue una oportunidad para conocerla mejor y profundicé en sus escritos publicados en las circulares internas del Instituto desde 1934 hasta el año de su muerte en 1964. Para hablar de Tecla, esbocé la figura de don Santiago Alberione, Fundador de la Familia Paulina, cómo él veía a la mujer en la Iglesia y en sus Institutos. En toda la investigación me ha guiado la profunda convicción que el mundo de hoy no tiene necesidad de santos con dotes poco comunes, hechos admirables por los privilegios – verdaderos o inventados por los hagiógrafos o por el afecto – que han acompañado sus vida y han apoyados sus obras.  Santos de este tipo hacen difícil la imitación y quizás incluso la admiración. Hoy necesitamos ver que la santidad es una vocación universal y que el Espíritu Santo obra maravillas usando instrumentos fieles, ciertamente, pero tomados de la gente común, no destinados a convertirse en mitos sino a llegar a ser puentes simples, humildes y pisoteados, a través de los cuales las mujeres y los hombres puedan llegar verdaderamente a Dios.

En 1988, fuí enviada a Milán para hacer mis prácticas de periodismo en la revista Jesús del Grupo Periódicos de San Pablo. En febrero de 1989 se celebraba el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Hna. Tecla Merlo y se me encomendó la coordinación editorial de un suplemento especial sobre la “Primera Maestra”. Fue un regalo más no solo poder profundizar sino además hacer conocer a esta mujer que ha abierto un camino a la Iglesia del siglo XX y que todavía hoy es, desgraciadamente aún poco conocida. El especial fue publicado en italiano, inglés, español y francés. Ella, Hna. Tecla, no fue una simple ejecutora del pensamiento de don Alberione, como a veces se quiere hacer creer. Ella ha marcado un camino histórico, que nosotras Hijas de San Pablo, tenemos necesidad de redescubrir hoy más que ayer. Hoy es tiempo de una mayor fe, quizás más que en los inicios, porque faltan vocaciones para un apostolado que siempre es actual y urgente. Mirándola a ella, a la Primera Maestra, que «vivió como contemplativa el apostolado moderno» con los ojos y el corazón siempre hacia a Jesús Maestro, a la Reina de los Apóstoles y a San Pablo, JUNTAS encontramos el gusto por el Bien, o por lanzarse adelante… aunque la edad, la enfermedad, el cansancio hacen parte de la historia humana, pero creemos en las.

Fernanda Di Monte, fsp


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