…podemos decir que hemos visto a una santa

Conocí a la Primera Maestra en 1955, cuando vino a Brasil con el Primer Maestro. Yo era entonces aspirante, así que llegué a conocerla personalmente y más tarde escuché muchos testimonios y leí sus escritos.

Durante mi formación escuché mucho sobre la Maestra Tecla, sobre su fe, su oración, su valentía al liderar una Congregación moderna que utilizaba para la evangelización los medios de comunicación social más acordes a las necesidades de los tiempos, más adecuados y eficaces.

La víspera de su partida, estábamos todas reunidas en el patio para despedirnos de ella y escuchar su último mensaje. Nos dijo algunas palabras, en particular que aprovecháramos los años de formación para prepararnos bien a la misión paulina y santificarnos, condición fundamental para la eficacia de la evangelización a través de los medios de comunicación social. Después, observando aquel hermoso grupo de jóvenes, más de cien aspirantes, nos sorprendió con una pregunta inesperada: ¿Quieren regalar un día de su vida al Primer Maestro? Y orgullosas de poder ofrecer este regalo, respondimos a coro: Sí, no sé si la vida del Primer Maestro se alargó con nuestro ofrecimiento, pero ciertamente Dios lo tuvo en cuenta.

Maestra Tecla con un grupo de postulantes de Brasil
Maestra Tecla con un grupo de postulantes de Brasil

Si nuestra admiración y amor por Maestra Tecla era grande, incluso antes de conocerla, ¡se pueden imaginar después de ver por ustedes mismas su actitud sencilla y serena y esa sonrisa tan luminosa que tiene! Nos decíamos entre nosotras con alegría: Hemos tenido suerte, podemos decir que hemos visto a una santa.

Al pensar en ella hoy al frente de una Congregación moderna, cuya misión es llevar el mensaje de Jesús a todos, a través del uso de los medios de comunicación, nos imaginamos a una persona involucrada en las redes sociales y presente en el mundo digital las 24 horas del día. Pero sabemos que Maestra Tecla no era así, no vivía para la comunicación, sino que vivía la comunicación. No tenía un título, pero era una gran comunicadora, una guía inolvidable para sus hijas. Precisamente por eso la admiramos; de ahí brota lo sublime.

Tecla no había asistido a una facultad de comunicación, sino que vivía la comunicación más verdadera, más profunda, aquella comunicación fundada en la Palabra de Dios, en la sabiduría de Dios. La oración, la contemplación, una vida vivida en el amor fueron la fuente de su sabiduría, de su bondad, de su clarividencia, de su creatividad apostólica. A partir de esta fuente, que es Dios mismo, sus enseñanzas adquirían una frescura y una novedad que eran siempre nuevas, pertinentes y siguen guiándonos hoy. Esto es lo que hoy aprecio y admiro en ella, esta comunicación suya que nacía de la fe vivida, una comunicación sencilla, franca, genuina, dulce, pero al mismo tiempo fuerte, activa, valiente, creativa, previsora. Más que comunicar pensamientos, se comunicaba a sí misma.

Este tipo de comunicación, esta vida bella, intensa y fecunda la pido para mí y para todas las Hijas de San Pablo del mundo.

Natalia Maccari, fsp


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