Son tantos los términos usados para identificar la acción de la Primera Maestra, al lado del Beato Santiago Alberione, en la construcción de la Familia Paulina. En mi opinión, sin embargo, definirla como La mujer asociada al celo sacerdotal, refiriéndose al título de un libro fundamental de nuestro Fundador, es el más expresivo.
De hecho, cuando el P. Alberione pensó en asociar a las Hijas de San Pablo, a la rama masculina de sus religiosos, estaba muy convencido de la indispensabilidad de la cooperación de la mujer, para cualquier realización humana, precisamente, porque estaba dotada de intuición, sabiduría, sensibilidad y dulzura; por lo tanto, capaz de completar el ingenio masculino con el equilibrio necesario, en la perspectiva de Dios el Creador, que después de darle vida al hombre, colocó a su lado una ayuda similar a él, creando a la mujer.
Providencial fue el encuentro del P. Alberione con la joven Teresa Merlo, que pronto verificó su profundidad moral, su equilibrio y sabiduría, viendo así encarnado en ella el ideal de femineidad que podría haber enriquecido a la familia religiosa que estaba fundando. Así nacieron las Hijas de San Pablo, que incluso en su propia autonomía, habrían ejercido el mismo apostolado de la rama masculina.
El espíritu de colaboración recíproca habría permitido expresar lo mejor de sí, imponiéndose eficazmente en la vida de la Iglesia en Italia y en el extranjero. Ésta habría sido la Admirable Familia Paulina, como la definirá Paulo VI, la que habría operado sus espléndidos frutos. Mientras tanto Teresa Merlo, por la profesión religiosa llamada Sor María Tecla, considerada por todos como la Madre, no solamente por la preciosidad e inteligencia de la colaboración en el apostolado de las comunicaciones sociales, sino por la dulzura de su influjo materno.
Muchos religiosos fueron los que, en tiempos difíciles, habían tomado la costumbre de confiarle sus angustias. No fueron pocos, aquellos que iluminados por ella, encontraron la fuerza para permanecer fieles a su vocación y vencer las dudas y dificultades.
El caso más frecuente fue el de los sacerdotes que recibieron la orden de ir al extranjero. Ninguno ha sido capaz de comprender por qué el Primer Maestro, después de haber asignado al religioso la obediencia de ir en misión, persistía en revisar su crítico mal comportamiento.
Obvio, que el desafortunado saliera de la habitación del Fundador, agitado por la irritación y lleno de amargura a buscar desahogo, que sabía podía encontrarlo en la oficina de la Primera Maestra. En estos casos precisamente la Maestra Tecla, siempre dulcísima, lograba encontrar las palabras adecuadas para confortar y alentar, recurriendo a su rol materno, de modo que la paz del corazón no tardaba en posesionarse del religioso en confusión. Por no mencionar que, mientras tanto, la Primera Maestra trataba de proporcionar al misionero que partía lo necesario para la permanencia en el extranjero e incluso procurarle el boleto para el viaje.
Maestra Tecla, ha sido capaz de una continua mediación, como lo recordó P. Renato Perino ssp, en ocasión del Convenio Os llevo en el corazón, realizado en 1989, a los 25 años de su muerte: «Creo que la gran misión y la gran lección de Maestra Tecla haya sido esta continua mediación, conducida en un espíritu de fidelidad a P. Alberione y en una obediencia a veces heroica; pero una obediencia siempre ejercida en pie… dialogada…».