En memoria de ella

TECLA. Fue en 1964 cuando nos dejó. Y cada año, el 5 de febrero, lo recordamos de manera especial. Viajó mucho a lo largo de los años, de una ciudad a otra, de un continente a otro. Se hizo presente en las comunidades para compartir las diversas iniciativas de apostolado, no siempre fáciles. De los recuerdos de aquellos años surge su figura totalmente entregada a animar, colaborar y apoyar proyectos de evangelización para difundir la novedad del Evangelio. La suya es una historia llena de acontecimientos que tuvo que afrontar con gran sencillez, pero con una sabiduría y perspicacia poco comunes. Y lo hizo con una fe inquebrantable, con un coraje inalterable durante los largos años de su misión. Tuvo un papel delicado y difícil junto a un hombre de gran talento, de grandes recursos, de una visión profética que escudriñaba horizontes futuros. Observó sabiamente los acontecimientos, captando cualquier luz para el camino, en una colaboración vigilante e inteligente junto a padre Santiago Alberione, ahora Beato, que será el Fundador de la gran Familia Paulina. Pero en ese momento el horizonte aún estaba por llegar. Sin embargo, el objetivo era claro: formar apóstoles, hombres y mujeres, que trabajaran con los nuevos medios de comunicación para difundir el mensaje del Evangelio.

Su primer encuentro tuvo lugar el 27 de junio de 1915. Alberione es un sacerdote delgado de treinta años pero un gigante del espíritu, con ojos de águila que escudriña el futuro. Ofrece a la joven una vida de consagración religiosa en un nuevo apostolado: un papel importante para la mujer en el campo de la evangelización. La jovencita, que entonces tenía veintiún años, aceptó sin entender mucho. Era el encuentro de dos jóvenes de procedencias muy diferentes, ambos ignorantes del gran proyecto que Dios tejía para ellos, en el mar magnum (vasto mar) de la historia de aquellos años. La idea es decididamente interesante para una chica de principios del siglo XX, con un futuro sin perspectivas como mujer, tanto en la sociedad como en la Iglesia. ¿Y si el proyecto de Alberione fuera sólo una utopía? A veces, sin embargo, incluso las utopías encuentran un lugar y un tiempo para hacerse realidad. Y lo mismo fue para la futura Congregación de las Hijas de San Pablo donde no habrá jardines de infancia, escuelas, hospicios, hospitales. Es un apostolado que se dirige a la mente del hombre, a su pensamiento y propone el mensaje del Evangelio a través de periódicos, libros y todo lo que la tecnología ofrecerá a la sociedad del futuro. En ese momento se llamaba el« Apostolado de la Buena Prensa». Hoy ya no existe solo la prensa, existe Internet, la procesión de los «Medios de comunicación», etc. Todos los instrumentos útiles para el anuncio del Evangelio, como lo decretó el Concilio Vaticano II en la Inter mirifica.

La Hna. Tecla Merlo fue un poco la madre, reconocida como tal también por las demás instituciones que Alberione fue concretando poco a poco. Y ella era la figura de referencia a quien el Fundador pedía consejo con frecuencia. Después él hacia según pensaba, pero a menudo la escuchaba. Aún más a menudo le remitía personas y situaciones con problemas para resolver; confiando, sin duda, en la probada sabiduría de esta joven mujer. Además, su rol “mediaba” en las asperezas del camino, especialmente en las decisiones que son difíciles de aceptar. Era el principio de las Obras y no siempre estaba todo claro; a veces había que aceptar sin comprender. Podemos decir con seguridad que Tecla, junto a padre Alberione, fue la contramelodía de una compleja partitura de fe y de valentía para un gran Obra apostólica. Su presencia discreta y sabia ha acompañado a generaciones de jóvenes en la vida religiosa. Su sonrisa tranquilizadora animaba a todos. «Si no se puede estar siempre en la alegría, se puede estar en la paz», era una de sus frases recurrentes. Esa paz que ciertamente le venía del Divino Maestro en la oración a los pies del sagrario. Y que ahora contempla en el misterio luminoso de Dios.

Beatrice Immediata, fsp


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