De un testimonio de Sor Rosaria Visco
En el mes de septiembre de 1947, M. Tecla me llamó y me dió el encargo de iniciar el apostolado cinematográfico en colaboración con la Sociedad San Pablo.
Nuestro trabajo consistía en la elección de películas ya existentes, para reducirlas a 16 mm para las salas parroquiales y públicas. Consistía, además, en organizar las agencias de distribución de las mismas películas y más tarde, siempre en colaboración con la Sociedad San Pablo, en intentar la producción de películas religiosas y educativas, catequísticas y formativas. A menudo la Maestra Tecla me decía que debíamos dar gran impulso a este apostolado, porque el cine, aún más que el libro, puede hacer el bien. Nos alentaba y aconsejaba en la elección de las películas, a menudo nos exhortaba con firmeza a elegir películas verdaderamente válidas en campo apostólico, que miraran al verdadero bien de la humanidad. Decía a menudo: «Nosotras debemos usar todos aquellos medios que llevan el mensaje de Cristo del modo más rápido y más eficaz y que llegan al mayor número de personas».
Cuando Don Alberione quiso que se produjera la película Mater Dei, M. Tecla se hizo la más activa colaboradora y animadora. No sólo fue gozosa de permitir que muchas Hijas de San Pablo tomaran parte en la producción de la película y en la organización de las tomas, la prensa y de la distribución; sino que hasta se prestó para trabajar personalmente, aceptando la parte de actriz, interpretando a la profetisa Ana. Gozaba al pensar que la Virgen podía ser más amada; estaba convencida que a través de las películas se puede predicar a millones y centenares de millones de personas.
Su celo en el campo del apostolado cinematográfico la impulsó también a promover la producción de una serie de cortometrajes catequísticos: se produjeron 50 y fueron doblados en varios idiomas. La empresa no era fácil; pero ella no se perdía de ánimo y siempre alentaba a las demás. Sabía que esta obra era querida por Don Alberione y decía a menudo: «Si el Primer Maestro lo quiere es señal de que esto es voluntad de Dios…».
En este campo procedía con la decisión y firmeza propia de quien es consciente de estar en la voluntad de Dios y dentro del carisma apostólico de la Congregación. Hubo muchas dificultades financieras, pero no se dejó abatir o desalentar por ellas. Todo lo contrario, ponía toda su confianza en Dios y nos exhortaba también a nosotras a tener la misma confianza, «porque – acostumbraba a decir – el Señor sabe que los medios de nuestro apostolado son costosos; pero si nosotras nos industriamos a usarlos apostólicamente y también viviendo nosotras el espíritu de pobreza, ciertamente El Señor, no hará faltar su Providencia».
No dejaba de interesarse personalmente en la búsqueda de algunas películas o de máquinas que sirviera para el apostolado cinematográfico y estudiaba todas las posibilidades de iniciar esta forma de apostolato también en el extranjero.
Cuando Don Alberione quiso que las hermanas iniciaran el trabajo de redacción, para preparar los textos de catecismo y dar vida a la revista femenina Così, M. Tecla nunca dudó y nunca se dejó tentar por el desaliento. ¡Cuántas veces nosotras estábamos desalentadas; ella nos volvía a llamar con firmeza y decisión a tener fe en Dios y en las gracias de la vocación! Si las cosas eran difíciles, arduas, completamente nuevas y humanamente superiores a las fuerzas y a la preparación, ella siempre decía: «Debemos poner fe, pero… ¡de aquella! Debemos rezar, porque la oración es nuestra fuerza y la debilidad de Dios». Vivía y quería que viviésemos el secreto de éxito: «… Somos débiles, ignorantes, incapaces e insuficientes en todo… Confiamos sólo en ti que has dicho: cualquier cosa que pidan al Padre en mi nombre, ustedes lo obtendrán… Por nuestra parte prometemos y nos obligamos a buscar en todas las cosas y con todo el corazón, sólo y siempre tu gloria, danos espíritu bueno, gracia, ciencia, medios de bien…».