“Santa astucia”

Ha sido una hermosa aventura haber accedido al pedido de escribir un breve artículo sobre Maestra Tecla, aunque no la conocí personalmente y ni había leído nada en especial de ella. Ciertamente como paulino o hijo de la Familia Paulina he sentido muchas veces su nombre o más o menos lo que había hecho. Pero en esta ocasión particular tuve que leer un poco más y he descubierto verdaderamente a una gran mujer, una santa mujer, una mujer enamorada de Dios, que se jugó toda su vida en Él, con Él, viviendo una obediencia de amor, llegando a ser un extraordinario instrumento en Sus manos para la construcción, bajo la atenta mirada del fundador Padre Santiago Alberione, de la maravillosa rama de la Familia Paulina que es la de las Hijas de San Pablo.

Maestra Tecla tenía las prioridades precisas: Dios al centro, luego todo lo demás. Decía: «El Señor nos ama mucho, nosotros no podemos ni siquiera imaginar cuánto… ¡Pensemos alguna vez en el gran amor de Dios para con nosotros!… ¡Cuántas gracias tenemos!». Y entonces fluía pronto y espontánea su respuesta: «Hacer todo por amor de Dios, siempre todo por el Señor…». En 1950, el año santo, había elaborado su programa de vida personal: «Todos los minutos, las horas, los días, los meses de este año quiero que seamos todas de Dios, solo para Él… que mi vida sea un continuo Magnificat por tantas gracias recibidas y la adoración continua». Aunque toda su vida la vivió bajo la bandera del apostolado, con grandes responsabilidades y una incesante actividad, se recordaba continuamente a si misma ya sus hijas de «cuidar que el corazón sea todo de Dios, progresar en el amor al Señor día por día… El trabajo del alma debe estar primero que todo… la piedad debe estar por encima de todo».

Si Dios debe estar al centro entonces es necesario apuntar a la santidad, a la comunión intensa con Dios, para ser luego instrumentos y colaboradores del Señor en el anuncio del Evangelio con todos los medios, ante todo con la propia vida y el testimonio: «Estamos aquí para hacernos santas, para llegar a la perfección, recordémoslo siempre… ¿Qué estamos haciendo aquí si no nos hacemos santas?». Y aún: «Busquemos ante todo la gloria de Dios, de hacernos santas, de hacer el bien a las almas. ¡Todo pasa! Tengamos esto presente: estamos aquí por el Señor».

Leyendo algunas páginas de Maestra Tecla, he notado su sabiduría, fruto de una larga experiencia, en el captar las dificultades que sus hijas encontraban en el vivir la vida en común (“máxima penitencia”!!), regalando a ellas a menudo perlas de sabiduría para superar los obstáculos en las relaciones y recorrer en el camino del amor al Señor y a las hermanas y hermanos: «Nuestro ego es exigente, quiere, pretende, ordena, y cuando no lo satisfacemos, entonces se molesta, mal humor, tristezas… este yo que exige, que es un tirano… que engaña con nuestras malas inclinaciones, con nuestra soberbia». Y luego saca sus conclusiones: «Hay hermanas que nunca progresan, siempre están en el mismo punto. ¿Y por qué? Porque piensan demasiado en sí mismas… Alguna vez somos realmente egoístas, nos hacemos nuestro pequeño mundo y ¡ay de quien nos toca!… ¡Hay que corregir los defectos, vamos al fondo! Y vemos que hay siempre un motivo para el amor proprio o la soberbia o la vanidad o la envidia o los celos o la pereza o algo parecido». He aquí entonces la invitación a una mirada nueva, evangélica: «Pensar siempre bien, nunca nos equivocaremos si pensamos bien de las demás, acostumbrémonos a juzgar bien… Es mejor equivocarse en pensar bien que en pensar mal». Y llevaba a un hermoso ejemplo: «Actuemos como las abejas que miran siempre la belleza y toman lo dulce de las flores… debemos ser como las abejas: en las hermanas ver siempre el bien… ver todas las cosas en Dios, ver a Dios en las hermanas».

Una vida, la de Maestra Tecla, enteramente dedicada a la misión, al anuncio del Evangelio, que es tanto más eficaz cuanto más está fundada en una profunda relación con Dios y en una vida gozosa de comunión con las hermanas: «¿No ven que hermoso apostolado tenemos ante nosotras? Hay tantas almas que salvar, tantas almas que esperan…» y se preguntaba: « ¿Tenemos amor por las salmas?». Es hermosa, y con razón, la frase que se cita a menudo: «Quisiera tener mil vidas para dedicarlas al Evangelio » y también a menudo decía: «Prestemos los pies al Evangelio». Invitaba a «tener una gran mente, un gran corazón, pensar en todo el mundo, en tantas almas que esperan la luz del Evangelio». A las hermanas que llevaban la Buena Noticia en las casas y por todas partes les dijo: «La propaganda no consiste en tomar una bolsa e ir de un lado a otro; sino acercarse a las almas… buscar el bien de las almas y trabajar por su salvación », recordando así siempre lo esencial a sus hijas, es decir, el gran proyecto al que Dios las ha llamado, tratando de vivir en su presencia y trabajando con Él para llevar luz y alegría a las personas, en todo lugar y en todo tiempo.

Maestra Tecla ha vivido su vida con Don Alberione, que la quiso a su lado, según los designios divinos – él llama «un día de bendición » el día que la encontró – para esta aventura extraordinaria de fundación y formación de la Familia Paulina. Quien mejor que el Primer Maestro conoce a Maestra Tecla: « Yo también le debo mucho a la Primera Maestra porque me ha iluminado y guiado en las cosas y circunstancias felices y tristes; fue un consuelo en las dificultades que obstaculizaban nuestro camino… Maestra Tecla contribuyó en diversas maneras a las demás instituciones de la Familia Paulina». Y destaca los dos secretos de Maestra Tecla: «Humildad y fe. Humildad que lleva a la docilidad y fe que lleva a la oración». Él la define «un alma contemplativa, rezaba en todas partes porque estaba continuamente y en todo lugar unida al Señor… una luz cada vez más brillante la iluminaba… solo buscaba la gloria de Dios». Y recordaba a sus hijas: «Me gustaría que todas fueran como la Primera Maestra» cuya vida debe ser «un programa de vida para cada Hija de San Pablo».

Y finalmente quiero recordar un detalle que me llamó la atención en el lenguaje utilizado por Maestra Tecla, y es el uso frecuente de la expresión Seamos astutas, queriendo así indicar algo importante, esencial, básico, que no se puede perder de ninguna manera, aprovechando las gracias y los dones que Dios continuamente nos regala para nuestro crecimiento y florecimiento: « ¡Ser astutas! Dedicar toda la vida, todas las fuerzas, todos los pensamientos, todos los afectos para Dios, solo para Él… Ser astutas: la voluntad de Dios es necesaria hacerla, o la hacemos por amor o tendremos que hacer por la fuerza… Si fuéramos astutas para hacer todo el bien, para aceptar con amor todas las situaciones del día, seríamos siempre felices… toda nuestra vida religiosa sea plena de Dios… ¡Seamos astutas! La vida pasa, pasa rápido, más rápido de lo que creemos. Quitemos esas cosas que desagradan al Señor… ¡Seamos astutas! Tenemos muchas oportunidades, ¡no las perdamos! Seamos astutas… busquemos solo, siempre la gloria de Dios y el bien de las almas».

Don Vito Spagnolo, ssp


Volver arriba