Mi Madre es Santa

Nunca me había imaginado escribir un testimonio sobre Maestra Tecla, aunque siempre fue alguien a quien quise mucho y sentí cerca como hermana y Madre y, concretamente, un punto de referencia por los muchos años que viví en el servicio del gobierno a las hermanas y a la Congregación.

Maestra Tecla voló al cielo el 5 de febrero de 1964. Mi hermana Adele y yo entramos en Congregación el 11 de febrero del mismo año, solo seis días después de su muerte.

De joven no conocía la vida de Tecla Merlo y sentía hablar de ella como la Superiora general de la Congregación. Al tener varias tías religiosas, percibí un poco el oficio especial que debía tener. Cuando llegué a Alba como postulante encontré visitando a la comunidad y a los grupos de formación a las superioras mayores de las circunscripciones del mundo que habían venido a Italia para sus funerales y nos hablaron mucho de ella. Así fue que me quedó grabada la afirmación que todas expresaron con convicción: «La Primera Maestra es una gran santa». Este testimonio unánime de las hermanas que la habían conocido de cerca, me hizo querer conocerla y entender el significado de esta afirmación.

Entre las características personales de nuestra Madre lo que más me llamó la atención fue su caridad, su humanidad y la sensibilidad por todas las personas, su compromiso de responder al Señor, su deseo de santidad. El deseo de ser santa y de hacer tanto bien por la salvación de los hermanos y de las hermanas era una constante en ella y la expresaba con tanta claridad ante a las opciones apostólicas incluso difíciles cuando preguntaba por ejemplo: « ¿Estos discos hacen el bien? Entonces sigamos adelante, comprometámonos ».

En mi época de juniorado me encontraba en Francia para la propaganda de verano y una mañana sufrí un grave accidente carretero que me obligó a estar inmovilizada durante mucho tiempo. Como estaba cansada de estar inactiva, una hermana que había vivido mucho tiempo cerca de Maestra Tecla y que tenía varios manuscritos y diarios personales, trajo un día a mi habitación una buena parte de este precioso material y me dijo: «Léelos te serán útiles». Fue un gran regalo para mí, pues me permitió conocer parte de la interioridad de la Primera Maestra y descubrir cómo se vive la adhesión total a Cristo Maestro, la fe, el abandono, la obediencia al Fundador, el amor grande y sensible a las hermanas, las necesidades de la humanidad y la urgencia de dar a conocer a Jesús a todos.

Me gustaría hablarles de Maestra Tecla con el mismo corazón con el que se habla de la propia madre, pero, como ya les he dicho, pertenezco a una generación que no vivió con ella. Sin embargo, ella es una presencia viva en mí y su mensaje espiritual es un legado dejado con amor y a cada Hija de San Pablo. Sus escritos personales nos indican bien su camino espiritual, su centralidad en Cristo y su pasión por el bien de las almas. Tengamos fe, era su estribillo y en cada carta que escribía especialmente a las misioneras, repetía de manera convincente: Ten fe. Reza, quédate tranquila y segura.

En los cincuenta años de vida paulina, ella centró su enseñanza sobre un único objetivo: la vocación a la santidad. Esta meta es el secreto de su vida espiritual y al mismo tiempo el corazón de su enseñanza a las Hijas de San Pablo. La santidad es la condición única y esencial para la eficacia de la evangelización realizada con los medios de comunicación social: «Las apóstoles de la prensa deberíamos ser todas santas: ¿Tenemos al menos la firme voluntad de serlo?».

A Maestra Tecla le encantaba contemplar a María, Aquella que engendró la Palabra, que la meditaba y la guardaba en su corazón. Confiemos a María, Reina de los Apóstoles, nuestro camino para que en nuestra vida cada una pueda acercarse a la Primera Maestra con corazón de hija, entrar en su clima espiritual, en su valentía apostólica y dejarse conducir por ella a la santidad.

Me gusta terminar con el testimonio del Cardinal Larraona que conoció y frecuentó a Maestra Tecla. Él en su funeral dijo: «Yo la recuerdo… Se sentía que sentía a Dios, que unía maravillosamente la contemplación a la acción…No dos vidas, sino una sola vida, simplificada, sintética: una vida en la que todo es ver a Dios, todo es servir a Dios, todo es comunicar a Dios. Esta es la vida vivida por la Primera Maestra, una vida tan intensa, hecha de trabajo, de preocupaciones, de impulsos, de cuidados por las tantas hijas y tantas casas, viajando siempre de aquí a allá … Tenía dos faros en los ojos como el automóvil que ilumina el propio camino, y tenía a Dios en el corazón. Encontraba al Dios de su corazón revivido en las criaturas…Así, fue precisamente la vida de la Primera Maestra… Una mujer capaz que hablaba con dulzura: Así la Primera Maestra. Pero junto a la dulzura y a la paz, y a la calma, ¡cuánta fuerza! Tenía esa fuerza suave que se domina y domina, que sin querer se impone, no se impone fuertemente sino dulcemente, esa fuerza a la que no se resiste. ¡Santa religiosa! ¡Santa Superiora! Santa figura de apóstol y de apóstol de la prensa».

Gracias Jesús Maestro por el don del Primer Maestro y de la Primera Maestra Tecla: ¡Fundador y Confundadora de nuestra amada Congregación!

Giovannamaria Carrara, fsp


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