Roma, 7 de febrero de 1964
Recordamos las palabras de la Sagrada Escritura: «La mano del Señor está sobre mí» (Is 61, 1). así pudo decir la Primera Maestra.
El Señor, creando su alma la predestinó a la santidad y a acompañar a muchas almas en el camino de la santidad y la enriqueció con muchos dones. Luego, en la fuente bautismal el Espíritu Santo le infundió gracias particulares en orden a su misión futura y así, sucesivamente, a su debido tiempo, por medio de los sacramentos, Confesión y Comunión.
La plantita fue rodeada de cuidados solícitos en la familia, en la parroquia, en la escuela y en todos los ambientes. Siempre dócil, siempre generosa. Y más tarde también conoció la vida religiosa, cuando asistió a la escuela de trabajo en el Instituto de Santa Ana.
Era una joven débil de salud y enfermiza. Pero el Señor hace lo que quiere y se sirve de quien quiere. Hay que pensar que la santidad encuentra siempre su base en la conducta y en la vida sabiamente humanas. Primero deben estar presentes las virtudes naturales, después las virtudes sociales y familiares; entonces se construye sobre estas virtudes el edificio de las virtudes cristianas y religiosas.
Llamada por Dios hacia los veinte años, a una misión especial, se unió al pequeño grupo de jovencitas que se preparaban a convertirse, a su debido tiempo, en las Hijas de San Pablo.
Era muy frágil de salud, tanto que cuando inició la nueva vida, se dudaba que pudiera continuar. En efecto, apenas entró, comenzó a mostrar su debilidad física y sus enfermedades. Pero incluso en esto, intervino el Señor en forma tal que, con la gracia divina, con su fortaleza y prudencia, llegó hasta los 70 años, trabajando asiduamente en muchos empleos delicados y constantes, y no obstante, siempre débil, pero siempre fuerte, cuando para su oficio se necesitaba fortaleza.
El aprendizaje del Instituto de las Hijas de San Pablo fue trabajoso: se trataba de una misión nueva. En ese tiempo la Primera Maestra fue orientada abundantemente por el Canónico Chiesa: así dilató ella su mente y su corazón hacia las almas y aprendió a conocer los medios técnicos y su importancia para la difusión del bien. Fue luego excelente catequista en la Parroquia de los Santos Cosme y Damián, en Alba. Desde entonces, a las virtudes cristianas iba añadiendo las virtudes religiosas.
Así preparada y amada por su bondad, siempre humilde y ejemplar, fue encargada del cuidado de la comunidad, y cumplió este encargo hasta el final de su vida. Y ahora creemos que protege su Congregación desde el cielo.
En su gobierno enseñaba más con el ejemplo y consideraba la oración, un medio insustituible. Su forma de mandar siempre suave. Todas las Hijas de San Pablo pueden testimoniarlo.
Para las Hijas de San Pablo se trataba de una vocación nueva. Ella las dirigía y sostenía. En las dificultades, era siempre como el aceite en los engranajes. Un día en Turín dijo: Desde hoy precederé a estas Hijas para animarlas, para defenderlas de los peligros y enseñarles cómo presentarse y comportarse en la propaganda de los libros. La preparación de las Constituciones, las aprobaciones, las iglesia, las Casas nuevas, el crecer continuo de las vocaciones, la administración, etc., en un Instituto nuevo y un tanto singular, presentaba ciertamente muchas dificultades que ella resolvía especialmente con la adoración al Santísimo Sacramento.
La historia interna y externa del Instituto, su vida y sus virtudes son cosas muy conocidas y las Hijas de San Pablo las conocen muy bien. Cada año una página nueva, edificante, infundiendo ánimo. No sólo las Hijas de San Pablo de Italia conocen su espíritu paulino y apostólico, sino también las del extranjero, y esto lo he constatado también en 1963, en la visita a las casas a las que pude llegar.
Se deben poner de manifiesto los dos secretos de su vida, que son los secretos de los Santos y de los Apóstoles: humildad y fe. La Primera Maestra tuvo humildad y fe: estos son los secretos de su santidad. Estos son la explicación de tanta virtud y tantos resultados en el apostolado, en varias naciones, a las cuales se agregan otras naciones año tras año. De hecho, también hoy se siguen abriendo nuevas casas en nuevos Países para llevar el mensaje de la salvación con los medios de las comunicaciones sociales.
Humildad que lleva a la docilidad. Muchas veces todo parecía oscuro, lleno de riesgos y no estimado; pero la virtud superaba a la dificultad.
Fe: la fe que lleva a la oración. Cada uno conoce, en cuanto ha podido acercarse a ella, su espíritu de oración. El espíritu de oración del que sacó aquella sabiduría de gobierno, que todos conocen.
Anteayer, el Cardenal Larraona decía a uno de nuestros sacerdotes: «En mi vida la persona más prudente que he conocido ha sido la Madre Tecla, la Maestra Tecla».
Hay que añadir también que se rodeó de colaboradoras bien escogidas; como escogidas fueron también las personas enviadas a fundar casas fuera de Italia. A veces parecía que una elección no era la más sabia, pero los acontecimientos han demostrado que la guiaba el Espíritu de Dios. Recuérdese que ayudó en todas las iniciativas, a todas las Congregaciones Paulinas hasta la última: a las Hermanas Apostolinas. Cuántos consejos dio en los encuentros con las Hermanas de las otras Congregaciones Paulinas. También quiso indicar el hábito que convenía escoger como hábito religioso, para algunas de ellas.
La Primera Maestra no era sólo una superiora, sino que era la Madre del Instituto. Ustedes tendrán otras superioras. Serán las que cumplan el oficio y sigan los ejemplos de la Primera Maestra; pero no serán las Madres. Por ello estudiar su espíritu, recordar sus ejemplos, leer lo que ella ha escrito y en especial seguir los consejos, los avisos, las conferencias, que ella sabía presentar a tiempo debido, y en forma tan gustosa y buena que todo era acogido y llevado en el corazón
Ahora dos conclusiones: la primera es sufragar su alma.
Los sufrimientos que tuvo en su vida y los sufrimientos de su última enfermedad, sin duda han sido santificadores y purificadores. Sin embargo, nosotras tenemos la obligación de sufragar su alma.
Esta mañana he comenzado las Misas Gregorianas, ayer había celebrado la misa en Albano, para iniciar los sufragios. Hoy retornarán acá sus restos. Todas deben recordar lo que ha enseñado y los ejemplos que ha dado.
Segunda conclusión: la Primera Maestra ha señalado el camino con muchos sacrificios y ha dado pasos difíciles que, algunas veces, parecían hasta arriesgados. Era débil en cuanto a salud, pero fuerte en cuanto al espíritu; tenaz y obediente hasta el sacrificio. El Señor siempre ha premiado su virtud. Por esto seguir sus ejemplos, seguir su espíritu religioso y su espíritu apostólico.
¡Cuántas veces hablaba de llevar un poco de bien a las almas, de llevar al mundo un poco de luz! Siguió bien las tres devociones principales: a Jesús Maestro, a la Reina de los Apóstoles y a San Pablo Apóstol.
Por esto, seguir la senda trazada por la Primera Maestra, que es una senda que sube, sube hacia la perfección, un camino que sube, es decir, un desarrollo continuo del Instituto.
Últimamente les recalcaba la necesidad de escoger bien las vocaciones y orientarlas hacia el apostolado; orientarlas bien porque éste es el color, el carácter que tiene la vida religiosa paulina. Estas son las dos consecuencias, las dos resoluciones: continuar los sufragios por su alma y seguir sus ejemplos y sus enseñanzas