«Leer» Hoy a Tecla Merlo
Les cuento mi primer “encuentro” con Tecla Merlo. De niña siempre fui enamorada de los libros, sin embargo, estos eran muy pocos en mi casa. No es casualidad que compré mi primer libro a las Hijas de San Pablo, en un pequeño pueblo del Estado de São Paulo en Brasil, un soleado sábado. Ellas estaban frente a la iglesia local. Yo tenía 8 años. Pero pasó el tiempo y aquellas monjas que viajaban por el mundo con una camioneta llena de libros desaparecieron y solo unos años después regresaron a la historia de mi familia y esta vez entraron no solo con sus libros, sino con el llamado del Señor, primero a mi hermana Rosa, hoy también ella Hija de San Pablo.
Un libro casi “prohibido”
Yo tenía 14 años cuando Rosa, en el momento de su acompañamiento vocacional, recibió un libro sobre Tecla Merlo. Pero ese libro era casi igual como “prohibido” para mí, en el sentido de que no quería que mis padres y hermanas pensaran que yo también quería ser religiosa, en realidad no pensaba para nada en las Hijas de San Pablo. Sí, claro que eran simpáticas, sonrientes y me gustaba la forma sencilla, alegre y libre con la que venían a mi casa. Pero las Hijas no…yo quería seguir otro camino, más contemplativo. Sin embargo los libros siempre fueron libros para mí, los devoraba, a falta de otros leía los mismos varias veces. Pero aquel libro con el dibujo de una monja en la portada siempre estaba allí, en el cajón de mi hermana, y aquellas páginas me esperaban pacientemente. ¡Y llegó la oportunidad de oro! El día en que mi hermana dejó nuestra casa para entrar en la Congregación y mis padres no estaban, porque la acompañaban a São Paulo, encontré la ocasión propicia para tomar aquel libro “prohibido” y lo leí en una tarde, sobre la marcha, lo devoré ansiosamente para que nadie me sorprendiera.
El “gusto” de Dios en la boca
Me gusta pensar que cada libro me deja un “gusto” en la boca y desde aquel día, de lo que leí, sólo recuerdo una sensación física, un “sabor”, un sentimiento profundo: el corazón me latía deprisa; un sabor que me queda hasta hoy: el “gusto” de Dios en la boca cuando terminé de leerlo; la paz y la certeza de que aquello era una mujer de Dios, una mujer contemplativa, todo para los demás.
Luego hubo otros capítulos en mi pequeña historia y aquí estoy hoy, Hija de San Pablo. Hoy esa monja de la portada no se llama simplemente Tecla Merlo, hoy es la Prima Maestra también para mí. Durante mucho tiempo en mi formación no pude entender al P. Alberione, era el hombre de las palabras difíciles. Fue precisamente la Primera Maestra quien me ayudó a conocer a Alberione y a comprenderlo más profundamente y aún hoy lo llamo Primer Maestro. Para mí ésta es una “gracia” que obtuve por intercesión de Hna. Tecla Merlo: la cercanía al P. Alberione, que era también un hombre de Dios, un contemplativo, que se hacía todo a todos para el anuncio del Evangelio..
“Leer” hoy a Tecla Merlo
Han pasado los años y ahora tengo la gracia de estar aún más cerca de la Primera Maestra Tecla, cerca de sus escritos íntimos, de sus escritos a las hermanas, cartas, conferencias, etc. Tengo la gracia, junto con otras hermanas, de intentar de “leerla” en profundidad, valorando todo lo ya realizado e intentando dar un paso vital para captar hoy su mensaje. Con cada descubrimiento, por sencillo que sea, confieso que revivo aquella experiencia de la adolescencia: los latidos del corazón acelerados, el “gusto” de Dios en la boca y la certeza de estar ante una mujer de Dios. Han pasado ya sesenta años desde el “traslado” de nuestra querida Primera Maestra a la comunidad celestial, y nuestro reto es acoger hoy su mensaje, ir más allá de la “superficie” del lenguaje para “sumergirnos” en el sentido profundo de su persona, de sus gestos de “madre”, de sus palabras, para “nadar” en las profundidades de una vida que tiene el “gusto” de Dios.
Ana Paula Ramalho, fsp