Mi nombre es Carlos Javier, estoy casado con Susana y tengo dos hijos, Carlos Javier y Víctor. Carlos Javier nació con diversos problemas de salud y de depresión. Hace unos trece años aproximadamente, mi esposa compró un librito religioso y en el interior, a modo de marcador, contenía una estampita de Sor Tecla Merlo; ésta quedó mezclada entre otras tantas en un cajón. Un día, mi esposa, nuestro segundo hijo y yo, viajamos a Colonia. Carlos Javier, que en ese entonces tenía 16 años, intentaba lastimarse con un cuchillo. Por más que intentamos retenerlo, pegó un portazo y se fue. En esta situación límite, mientras yo intentaba ordenar los pensamientos, con la disyuntiva de acudir a la Policía, o buscar ayuda médica; mi esposa, Susana, se dirigió hacia el pequeño altar que tenemos en nuestro hogar y entre tantas imágenes, sin premeditar, tomó la estampita de Sor Tecla Merlo, leyó con mucho nervio, poca devoción y una luz de esperanza aún en ese torbellino la oración; no pasaron diez minutos cuando nuestro hijo Carlos Javier cruza el umbral de la puerta, llorando, arrepentido y preguntando qué había ocurrido. En otra oportunidad, Carlos Javier, se sentó en la ventana de su dormitorio (en un segundo piso) y en una crisis intentó lanzarse al vacío y Susana, tomándolo de las piernas repetía: “Jesús mío; Sor Tecla, ayúdenme”, una vez más, Carlos Javier se calmó y Susana trabó tal relación de amistad con Sor Tecla que nos interiorizamos de su vida. Escribimos a Italia a la Superiora que en ese tiempo era la Hermana Giovanna, quien nos agradeció el testimonio y nos alentó a continuar orando a Sor Tecla como desde allí, lo harían por nuestra familia en el sepulcro de Sor Tecla. Gracias a Dios hemos podido cumplir el sueño de agradecerle a Tecla tanto amor, besando su sepulcro. Susana y yo quisiéramos acompañar el proceso de beatificación de nuestra querida amiga espiritual, Tecla, junto a nuestra madre María y nuestro Señor Jesucristo. Un fuerte abrazo en Cristo que nos fortalece.
Susana y Luis Ángel Piñeyro