Homilía para 51° aniversario de la muerte de Sor Tecla MERLO
5 de febrero de 2015
¡Queridos hermanos y hermanas!
¡Queridas Hijas de San Pablo!
1. He aceptado con agrado la invitación de la Superiora general a presidir esta Santa Eucaristía con ocasión de la apertura del año centenario de fundación de su Congregación, 51° de la muerte de la Cofundadora y primera Superiora general Sor Tecla Merlo. Es un primer momento de alabanza y de agradecimiento al Señor – al que seguirán otros durante el año – por los dones de gracia y de santidad que el Señor ha hecho a ustedes, a las co-hermanas que las han precedido y a la Iglesia a lo largo de un siglo – ¡cuántas bellas historias de fidelidad a Cristo y de servicio al anuncio del Evangelio! – y es al mismo tiempo una celebración de intercesión por los años por venir, para que puedan ser fieles al carisma fundacional, del que ustedes Paulinas de hoy son los eslabones de una cadena de gracias que continúa en la historia.
2. La Palabra de Dios que ha sido proclamada nos ayuda a penetrar en el corazón del misterio de su vocación, que la Primera Maestra ha encarnado y fecundado con su vida, fascinada por el ejemplo y por la propuesta del Beato Santiago Alberione. El evangelio de Lucas nos ha recordado un momento importante de revelación de la identidad de Jesús y de aquellos que aceptan seguirlo más de cerca. Como en otros momentos decisivos de su vida, Jesús estaba orando (Lc 9, 18) y después de haber puesto la pregunta al discípulo: ¿qué cosa dice la gente de mí? ¿Quién soy para ustedes? Con la respuesta de Pedro: tú eres el Mesías, Jesús precisa su misión afirmando que será su muerte en cruz la que dará la salvación. Pero la fidelidad del Hijo de Dios al Padre hasta la muerte infamante y la resurrección no será un camino que recorrerá solo. Jesús no es un héroe solitario; el camino de la cruz es una propuesta para todos; es la condición para ser discípulo. Quien quiere seguirlo debe renunciar a sí mismo, es decir, debe descentrarse de sí mismo para tener su centro de vida en Él, el Señor Jesús, y este recorrido de seguimiento tiene el sabor de la cruz y de una cruz diaria (“cada día”). La cruz en la vida del discípulo no es una emergencia, es una ley permanente que compromete a dos cosas: a no perderse detrás de las cosas del mundo y no avergonzarse de Cristo. La fidelidad a este seguimiento es la garantía de ser partícipe de la resurrección.
3. Tecla Merlo, su Cofundadora, queridas Hermanas Paulinas, esta ley fundamental del seguimiento: seguir a Jesús hasta la cruz, aceptada cada día, con la certeza de ser partícipes de la alegría de la vida de resucitados, la ha entendido, la ha vivido y la ha hecho la razón de toda su vida. La ha hecho suya, con corazón generoso desde el inicio, si bien en forma embrionaria, cuando en Castagnito (Cuneo), su pueblo natal, en 1912, abrió en su casa paterna un pequeño taller donde acogió a las jóvenes deseosas de aprender la costura y el bordado, para educarlas a la fe y a la oración.
Tres años después, en 1915, el Señor le hizo sentir el llamado definitivo a través de la propuesta de Don Santiago Alberione, que ella escribía después de algunos años (1923) – “me habló de la nueva institución de hijas que vivirían como religiosas…, me entusiasmé inmediatamente”. Más adelante, después de muchos años, comentará:
“¡Cuántas gracias en estos años y qué poca correspondencia! Es toda misericordia de Dios si estoy aún en la Congregación”. En su humildad tuvo la consciencia del designio del Señor sobre su vida y de ser llamada a abrir un camino nuevo para evangelizar al mundo a través de la buena prensa. Así en diciembre de 1918, el Fundador la envió a Susa con este mandato: “Vayan…, trabajarán en el silencio, después el Señor hará algo de ustedes, Teresa – este es su nombre de bautismo – confió y después comentará: “La casa era pobrísima e incómoda y con muchos sacrificios, pero se vivía felices, todas lanzadas hacia un ideal luminoso: hacerse santas y hacer mucho bien en el mundo con la buena prensa”.
¿”Qué significan estas palabras, que revelan el alma de Tecla, sino seguir al Señor acogiendo también las pequeñas y grandes cruces de la vida cotidiana? En el fondo, el objetivo era claro: formar una comunidad que tuviera por compromiso la propia trasformación interior con una constante tensión a la santidad. Así Tecla y las primeras jóvenes hermanas se iniciaron a la vida espiritual a través de un itinerario de discernimiento y de superación de los propios defectos y de adquisición de las virtudes hasta la decisión explícita y gozosa de ofrecer la vida al Señor por el apostolado de la buena prensa. Así en 1922, al término de un curso de ejercicios espirituales, las primeras nueve hermanas emitieron los votos con el fin específico de evangelizar a través del apostolado de la prensa. En aquella ocasión fue nombrada Superiora General. ¿Por qué justamente ella? Las palabras del Fundador nos ayudan a comprender mejor, a penetrar en el alma profunda de la Primera Maestra: “El que debe dirigir es necesario que sea obediente. Y este es un motivo por el cual en el pequeño grupo de hijas que estaban en los primerísimos años, lo que me ha hecho inclinar a elegir a ella como guía de la comunidad, ha sido su docilidad. Lo que me ha persuadido es que no tenía ideas propias, por así decir, non era pronta a dar consejos o poner delante su juicio, no, ella estaba atenta a todo, observaba atentamente lo que sucedía a su alrededor. Se distinguía por su obediencia, por su docilidad. En aquel primerísimo tiempo en el que nadie podía prever qué sería de la Congregación, el único pensamiento era abandonarse en el Señor, dejarse guiar en todo” (PrPM, 22.2.1965). De hecho, cuando don Alberione ha tratado de trazar el perfil espiritual de Sor Tecla Merlo, la definía como la mujer “sin resistencias” al Espíritu Santo. Dice: “El Señor, ha hecho de ella lo que quería, porque nunca ha tenido resistencias,… jamás resistía a la voluntad de Dios”. Esta actitud interior la acompañó durante toda su vida y podemos decir que fue un rasgo distintivo de su seguimiento a Jesús. Es de nuevo el Fundador quien habla: “¡Oh su vida! Toda en las manos de Dios… hasta el momento en el que el Señor la ha llamada al reposo, a la gloria. Ustedes saben – continuaba – que en el último tiempo de su enfermedad no tenía otra expresión que: ‘La voluntad del Señor; lo que agrada al Señor; se cumpla la voluntad del Señor… Siempre muy dócil… El Señor la llevó sobre sus hombros, no obstante su grácil salud, una gran responsabilidad, una gran misión… En su vida estuvo siempre pronta a todo, a todo lo que el Señor disponía: no sólo a la obediencia en general, sino a todo lo que sabía que el Señor quería de ella. Siempre pronta; siempre pronta a todo” (ib). Así ha sido consciente, deseada y perseguida esta actitud interior que guiaba su vida. Al término de los ejercicios espirituales de 1951 escribía: “No vivir nuestra vocación en el terror y en la angustia, sino en el amor y en la confianza en el Padre Celestial. Hacer lo que tenemos que hacer fiándonos de Dios. El Juicio se cumplirá no según una determinación de Dios, sino según las cosas que hemos hecho. Jamás desconfiar; hasta que tengamos un instante de vida, podemos hacernos santas; somos hechas para el cielo y el cielo se conquista con la lucha”. Justamente a propósito de lucha y de la renuncia, a ejemplo de Jesús, afirmaba: “Elegiré la renuncia hasta la privación, hasta la humillación, hasta la esclavitud. Esta es la elección trágica e inevitable para hacerse santas. Decidirse por la renuncia hasta la negación de sí. Es necesario renovarla cada día, y no se comprende su portada sino en la medida que se progresa en la santidad. Una tal elección da a la vida toda su belleza y su valor”.
He aquí queridas Hermanas, cómo la Primera Maestra ha seguido al Señor llevando la cruz cada día, hasta la gloria.
4. En la primera lectura, un texto de la I Carta a los Corintios, Pablo llama la atención a los cristianos de Corinto a no perderse detrás de criterios que nada tienen que ver con la novedad trastornadora del Evangelio. Los exhorta a considerar que no es la referencia a sus evangelizadores que los hace grandes (será Apolo, Pedro o el mismo Pablo), porque la grandeza verdadera del hombre es la obra que Dios cumple en él: por tanto el que presuma, presuma de conocer al Señor crucificado y resucitado. De Jesús recibimos todo y todo debemos atribuirlo a Él. Ésta es la esencia de la evangelización. “Nunca entre ustedes – escribe poco antes en nuestro texto, he presumido de conocer otra cosa que Jesucristo y Cristo crucificado” (1 Cor 2,2).
Ser instrumentos de esta salvación que lleva a Jesucristo, y no a sí mismos, ha sido la clara perspectiva del Beato Santiago Alberione y con él Maestra Tecla, que han entregado la vida, haciéndola fascinante y santa. La prensa, el cine, la radio, la televisión y todas las otras modernas tecnologías son los medios y los lenguajes de los cuales, como verdaderos anticipadores, se han servido para llevar al mundo el Reino de Dios.
Leyendo la biografía de la Primera Maestra uno queda impactado con la actitud interior con la cual invitaba a sus hermanas al apostolado. Ella sabía que quien toca los corazones y los convierte es sólo el Señor y por lo tanto es necesario acercarse a las personas ante todo con respeto y atención. En ella era lúcida la convicción que el apostolado con los instrumentos de comunicación se sirve a los hermanos no con algo que es nuestro, sino que se nos ha confiado: la Palabra de Dios, hay que presentarla con dignidad, «como hace el sacerdote cuando da la hostia». Ella exhortaba a las Hijas de San Pablo a no perder nunca de vista la consciencia de qué cosa se lleva a los otros, quiénes son los otros, quiénes somos nosotras. El icono evangélico al que se inspiraba frecuentemente era la visita de María a su prima Isabel, que ponía como base de la deontología apostólica – podríamos decir – trabajando en el mundo de la comunicación.
Además, la atención cultural al mundo en el cual trabajaba. Sus viajes en el extranjero, desde 1936 hasta 1963, catorce largos viajes, habían quedado impresos profundamente en su vida, generando asombro e interrogantes. En 1952 ella decía a sus hermanas: “Somos todas Hijas de San Pablo, hijas del Apóstol de la caridad, quien escribía a los Corintios: “Me he hecho todo para todos para salvar a todos. Todo lo hago por el Evangelio”… Para nosotros, todo el mundo es campo de apostolado. Debemos amar a todos para hacer el bien a todos». Llevaba los pueblos en su corazón y se preguntaba: « ¿Dónde va esta humanidad? ». Decía: «La idea fuerza que nos debe animar, son las personas. Debemos sentir el ardor, debemos preocuparnos del modo de acercarlas, de llevarles la palabra de verdad y de salvación. ¡Cuántas personas no escuchan nunca una palabra buena, nunca escuchan hablar de Dios…! ¿Quiénes las deben ayudar? ¿Quiénes las deben llevar a Dios, sino nosotras que hemos recibido tantas gracias del Señor y tenemos en nuestras manos medios eficacísimos de apostolado» (1950).
5. Queridas Hermanas, el testimonio valiente y actual de esta gran mujer, manténganla viva siempre en ustedes para transmitirla a los demás. La Iglesia de este nuevo milenio, por tantos aspectos inquieto y confundido, tiene necesidad de apóstoles del calibre de Santiago Alberione y de Tecla Merlo. Nos sentimos atraídos por su ejemplo, por su estilo de vida, y le pedimos a ellos que nos transmitan la pasión por la evangelización que los ha movido a responder sin reservas al llamado del Señor. Me permito hacer mías las palabras con las cuales San Juan Pablo II concluía la Carta Apostólica Novo millenio ineunte al término del gran Jubileo del 2000: “¡Vayamos adelante con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como océano vasto en el cual aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se ha encarnado dos mil años atrás per amor del hombre, cumple también hoy su obra: debemos tener ojos penetrantes para verla, y sobre todo un corazón grande para llegar a ser nosotros mismos instrumentos» (Rom 5,5) (n. 58).
Agostino Card. Vallini